Foto: IMDb. |
The princess and the Frog es una película animada de Disney ambientada en la Nueva Orleans de principios del siglo XX y al calor del Mardi Gras, dirigida por John Musker y Ron Clements, saliendo al mercado en el año 2009. A pesar de ser muy reciente, marca un hito en la historia cinematográfica de Disney, dado que sobrepasó los estereotipos convencionales, puesto que se deja de lado el racismo, y nace por primera vez una princesa con características afroamericanas. De ahí se da paso a una cuestión de marketing, llegando a nuevos públicos. Su trama está basada en el clásico cuento que ya conocemos.
Aunque se pensaba que se conocía bien la historia de
la princesa y el sapo, nadie sabe qué pasó realmente después del beso.
Esta historia nos brinda una grata enseñanza sobre
etiqueta, dado que, se puede observar la gran variedad de normatividades que se
han ido desarrollando en el transcurso de los años, en los diversos ámbitos y
sectores de la sociedad, aplicadas tanto en el comportamiento, en la
vestimenta, y a la hora de relacionarse los unos con los otros, en las distintas
culturas y costumbres. Al ser conscientes cómo la etiqueta se exhibe a nivel
global y en todos los contextos; cada cultura lo adapta y lo aplica, de acuerdo
a sus creencias, costumbres y vivencias.
Esta película relata la historia de dos jóvenes de clases
diferentes que, debido a un suceso de envidia, codicia y bujería, se ven envueltos
en un sinfín de aventuras que han de enfrentar en compañía de amigos que se dan
lugar en el desenlace de la cinta.
Profundizando más sobre este filme, se da lugar a uno
de los personajes principales, como lo es Naveen, el príncipe de Maldonia, el
cual lo único que desea es disfrutar la vida al son del jazz, sin obligaciones.
Llega a Nueva Orleans en busca de una chica adinerada con la cual casarse para
así poder dedicarse a lo que mejor sabe hacer, divertirse. En este viaje el
príncipe es convertido en sapo por el Dr. Facilier, un ambicioso y malvado
brujo vudú. En complicidad del viejo amigo del príncipe, Lawrence, el cual está
cansado de ser menospreciado, y su anhelo de poseer una exuberante fortuna es
cada vez más grande.
Por otro lado, tenemos a la heroína de la historia, Tiana,
una humilde y joven camarera, que mantiene dos trabajos con el fin de ahorrar
lo suficiente y así lograr el sueño que ha deseado junto a su difunto padre. Sin
embargo, su vida sufre un cambio radical. Durante una noche, en la fiesta de
disfraces realizada por su mejor amiga, la adinerada Charlotte La Bouff, ella
se encuentra con el príncipe Naveen, quien recientemente había sido convertido
en sapo y, creyendo de ella una princesa por su vestimenta, puesto que hacía
poco ella se había vestido con una prenda digna de una, propiedad de su amiga,
por un incidente que tuvo con el que estaba usando, pide su ayuda desesperado
por volver a su forma humana. Basándose en el clásico cuento de la princesa y
el sapo, le pide que lo bese para así romper el hechizo. Mas esto nunca sucede.
Como consecuencia, ambos terminan en la misma situación, pues Tiana acaba
convertida en sapo también.
En busca de revertir el hechizo y volver a su aspecto
natural, ambos se lanzan en un viaje por alguien quien les pueda ayudar,
conociendo en el camino a un par de amigos un poco peculiares.
Enfocándonos en el campo de etiqueta y protocolo,
podemos apreciar que durante el transcurso de la película, los diversos
personajes emplean el uso de un vestuario adecuado y refinado, asimismo, formas
apropiadas para comunicarse entre ellos y con los demás, teniendo en cuenta a
su vez las expresiones corporales en las diversas situaciones que se presentan.
Cabe destacar la forma de vestir de los personajes, donde brindan una enseñanza
de clase y buena postura en una sociedad.
En el transcurso de la película podemos observar cómo
el joven sapo acostumbrado a una vida llena de lujos y grandes placeres aprende
a valorar y enfrentar tantas cosas, gracias a las situaciones que le toca vivir
al lado de la pequeña sapo, quien vive y ve la vida desde otra perspectiva,
valiéndose por sí sola.
Por consiguiente, es interesante observar cómo se
emplean tantas normas de comportamiento, de etiqueta y protocolo, considerando
simples y humildes escenarios, fuera de lugares lujosos, formales y exclusivos,
que nunca se llegarían a imaginar que necesitasen de unas instrucciones para interactuar
eficientemente entre ellos, y poder obtener unos adecuados resultados, sin
dejar de lado la elegancia al realizar cualquier actividad, sea en una cocina,
a la hora de cortar, buscar y escoger alimentos para preparar una comida, en
lugares públicos, en un restaurante, ya sea recibiendo como brindando el
servicio. Cabe resaltar la agilidad y la forma como se desenvuelve Tiana en
esta simple tarea, marcando la diferencia con los demás, sin importar su
situación económica, sobresaliendo el cuidado con el cual se comporta en cada
momento.
Pudimos observar a través de esta película animada que
ciertamente se sale de los estándares cotidianos, o de las clásicas películas
de princesas de Disney. La inclusión social, puesto que vemos una princesa de
origen afroamericano, que a pesar de su origen étnico no es menos culta que la
realeza de aquella época, considerándose que aplica mucho mejor normas de etiqueta
en las diversas situaciones a las que se ve expuesta. A su vez, enseñando y
dando ejemplo, a aquellos que presentan una mejor situación económica y estatus
dentro de la sociedad.
Finalmente, la grata enseñanza que nos brinda sin
lugar a dudas esta historia de Disney es respetar y valorar los conocimientos y
principios de cada persona sin importar su origen. Dado que la etiqueta y el
protocolo se ven reflejados en la vida cotidiana, teniendo un alto valor e
importancia en cualquier situación, no necesariamente quienes tienen grandes
sumas de dinero, o presumen de bienes materiales ostentosos, son aquellas personas
que tienen un excelente comportamiento en la comunidad.
El dinero no es más que estatus en una comunidad, pues
los valores y buenos principios se encuentran al alcance de cualquier individuo
de cualquier clase social.
Por:
Isabela Villa
Juan Felipe Molina
Isabela Villa
Juan Felipe Molina
Comentarios
Publicar un comentario